viernes, 26 de febrero de 2010

Rúben darío


En las pálidas tardes yerran nubes tranquilas en el azul; en las ardientes manos se posan las cabezas pensativas. ¡Ah los suspiros! ¡Ah los dulces sueños! ¡Ah las tristezas íntimas! ¡Ah el polvo de oro que en el aire flota, tras cuyas ondas trémulas se miran los ojos tiernos y húmedos, las bocas inundadas de sonrisas, las crespas cabelleras y los dedos de rosa que acarician! En las pálidas tardes me cuenta un hada amiga las historias secretas llenas de poesía; lo que cantan los pájaros, lo que llevan las brisas, lo que vaga en las nieblas, lo que sueñan las niñas. Una vez sentí el ansia de una sed infinita. Dije al hada amorosa: ?Quiero en el alma mía tener la aspiración honda, profunda, inmensa: luz, calor, aroma, vida. Ella me dijo: ?¡Ven!? con el acento con que hablaría un arpa. En él había un divino aroma de esperanza. ¡Oh sed del ideal! Sobre la cima de un monte, a medianoche

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